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Versión completa: Lo que no debes hacer con el trackpad. Parte 2
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  Después de valorar y hacer un informe mental de daños, apagué mi MacBook y le di la vuelta para poder acceder de nuevo a la “Zona 0″. Abrí la tapa, extraje la batería y ahí estaba, amenazador y sombrío, el hueco del tornillo se presentaba ante mí.

La verdad es que no sabía por dónde empezar, me acerqué al agujero provisto de una linterna e inspeccioné la zona intentando encontrar una respuesta al problema. Lo primero que hice fue extraer El Tornillo que se había soltado, por lo que tomé un destornillador plano del 0, y con mucho cuidado hice un poco de palanca entre el trackpad y el aluminio del portátil intentando no dañar (más de lo que ya estaba) mi trackpad, inclinando al mismo tiempo el MacBook para hacer caer el tornillo. Éste había quedado alojado en un lugar no determinado, pero sabía que estaba ahí, en alguna parte. Sonaba correteando a sus anchas entre el integrado del trackpad, el teclado y el chasis del Mac. Después de varios intentos infructuosos, el tornillo cayó en la mesa botando y rodando cual canica arrojada al suelo por un niño.

Aparté el tornillo a un lugar seguro y continué con la inspección. De repente vi algo que me intrigó sobremanera: observé como justo en la zona donde antes se alojaba el tornillo y a través del orificio, asomaba lo que parecía un plástico o membrana que, aparentemente, se había movido de su sitio. Introduje la punta del destornillador por al agujero y, haciendo una leve presión, arrastré la membrana hasta lo que presumía era su posición original. Tenía ante mí lo que parecía un sensor de pulsación (u otra cosa, la verdad es que no sé cómo llamarlo): una membrana de lo que parecía una goma muy fina, en forma de triángulo con los bordes perfectamente redondeados, y en cuyo centro se podía distinguir una especie de pequeño círculo negro. Me recordaba en cierto modo al sistema que incorporan algunos teclados de goma de los mandos a distancia para registrar la pulsación de cada botón al presionar esta superficie sobre el integrado del mando. Una vez colocada la membrana, tomé con los dedos “El Tornillo del Destino” y lo coloqué de nuevo en su receptáculo; cogí el destornillador e intenté apretarlo con sumo cuidado.

Después de tanto ajetreo con instrumentos no diseñados específicamente para trabajar con El Tornillo, la ranura estrellada, que teniendo la herramienta adecuada permite girarlo en uno u otro sentido sin mayor dificultad, había quedado un tanto perjudicada. Ya no era tan sencillo hacerlo girar debido al desgaste del metal, por lo que para obtener algún resultado, me vi obligado a forzar la situación. Giré, giré y giré hasta que no pude girar más… El Tornillo había quedado atascado…. no iba para un lado ni para otro. Probé con varios tipos de destornilladores sin obtener un resultado satisfactorio, me di por vencido. ¡Madre del amor hermoso, esto era una pesadilla técnica/geek de narices! (aunque yo no dije “narices” precisamente).

Después de tan mal rato, aquello solo era uno más a añadir a la lista de despropósitos, por lo que no le di más vueltas al asunto y volví a montar todo para probar el portátil… (Continuará).

Aquí termina la segunda parte del épico relato de mi desfachatez, no te pierdas la continuación en la próxima entrega de… “Lo que NO debes hacer con tu trackpad” con el subtítulo “El Tornillo del Destino”.

Un saludo muy grande